Battle against time

Este hedonismo exagerado puede resultar artificial, tanto tiempo sin llorar me deshidrata las mejillas. No es felicidad, es sólo el placer por el placer de la vida, por vivirla sin malgastarla mirando las agujas del reloj en el que perdí mi tiempo. Y hoy no me importa. No me importa mirarte a los ojos y mentirte tequieros si con eso te sientes tan feliz como para malgastar el tiempo conmigo. Y es que ya no me enamoro más allá de lo que tardan en desempañarse los cristales. Ya no amo más allá del sudor y los genitales. Ni puedo. Ni quiero. Será que dejé de odiarme y de odiar al mundo y ya sólo quiero inscribirme en los rincones de otra piel, sólo el tiempo suficiente para no volver a caer.

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Wild thing

Me pides que te muestre en las palabras lo que sólo la piel puede dar a conocer. Me castigas por nombrarte un segundo de mis pretensiones y me torturas, si cabe un poco más, desesperándome con la intriga que hace ya tiempo que me arde en las entrañas. Así es que me resigno a intentar explicar lo que es tan abstracto y tan carnal a un tiempo.

Pero no sé cómo darte a conocer la llama que me consume si no es recorriendo con la yema de mis dedos la distancia que nos separa para rozar suavemente tu cuello y dejar caer mis manos allá donde las curvas me lleven. Ni las ganas de mis labios de unirse con los tuyos hasta convertirlos en míos por un instante. Ni tan siquiera podría contarte los juegos de mi lengua en el viaje de tu entera anatomía, aspirando a perderse en el camino en cualquier curva cerrada, en cualquier recta acelerada, perderse, al fin y al cabo, y no saber, ni querer, volver a otro mundo que no sea el de tu piel caliente.

Cómo decirte que quisiera probar cada milímetro de ti, investigarte y descubrirte entre sonrisas y respiración agitada, entre gemidos y caricias inesperadas. Convertir cada momento en impulso primario, en algo salvaje.

Y es que ansío ver tu sudor goteando sobre mi pecho, fundiéndose con el mío, como nuestros dos cuerpos luchando por ser uno, cediéndole al deseo todos los derechos de ser, por esta vez, dueño de nuestros cuerpos.

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Ayer

Despertar de sábado, quizás de domingo, despertar de resaca, de noche sin conciencia, de mirarte al espejo sin verte detrás de las legañas y el maquillaje corrido. Despertar del sueño buscándolo a tu lado, deseando abrazarlo, ignorando el dolor de cabeza y la arcada en la garganta. Un despertar de esos que te empujan de nuevo al sueño por buscar la esperanza en algún rincón del subconsciente.

Y te lamentas, porque la resaca es consecuencia de un ayer, es como una marca que se queda en tu cuerpo para recordarte lo que no debiste hacer, aunque a veces no recuerdes lo que era.

Pero ayer ya ha quedado atrás, e intentas negarte a ti mismo que eras así, que eres así. Has borrado tu pasado tantas veces que a menudo olvidas que exististe en otro tiempo, en otro espacio, que fuiste feliz y que lloraste cientos de veces. Olvidas que sentiste con toda la pasión de tu alma, olvidas que amabas y que te amaban, pero claro, eso fue ayer...