Observé, quieta y excitada, tu manera de separar lentamente las piernas ante mí, la sonrisa pícara que asomaba en tu boca al verme relamerme ansiando el sabor de tu piel. Movías la cabeza despacio para deslizar tu pelo sobre la desnudez de tu cuerpo. Me provocabas.
Sin embargo te alejabas, a pesar de todo aquello te alejabas. Me torturabas, me hacías arrastrarme hacía tí de rodillas y ordenabas que me desnudara para sentir el frío suelo al rozar con mis pezones erguidos de deseo. Pero te alcancé.
Me abalancé sobre tí tomándote entre mis brazos y besé tu cuello con mis labios temblorosos. Te escuché gemir y susurrarme tus sueños ocultos, tus pasiones prohíbidas que yo debía realizar. Esclava de tus deseos besé tus labios acariciando tu pecho. Recorrí con las yemas de mis dedos tus senos perfectos y agaché la cabeza tumbándote sobre la cama para refrescar con mi lengua el calor de tu piel, descendiendo con cautela por tu ombligo hacia el tesoro oculto entre tus piernas firmes que entonces temblaban sacudidas por la excitación del momento en que sentiste mi aliento sobre tu sexo.
Saboreé con la punta de mi lengua la humedad bajo tu monte de Venus y, aproximando mi mano al centro de tu cuerpo, ataqué con avidez la tentación que me ofrecías. Gemías, gritabas y con mi cabeza entre tus manos me implorabas no parar. Eras mía, sólo mía, y ya nunca podrás olvidar el momento en que lo fuiste.
Sin embargo te alejabas, a pesar de todo aquello te alejabas. Me torturabas, me hacías arrastrarme hacía tí de rodillas y ordenabas que me desnudara para sentir el frío suelo al rozar con mis pezones erguidos de deseo. Pero te alcancé.
Me abalancé sobre tí tomándote entre mis brazos y besé tu cuello con mis labios temblorosos. Te escuché gemir y susurrarme tus sueños ocultos, tus pasiones prohíbidas que yo debía realizar. Esclava de tus deseos besé tus labios acariciando tu pecho. Recorrí con las yemas de mis dedos tus senos perfectos y agaché la cabeza tumbándote sobre la cama para refrescar con mi lengua el calor de tu piel, descendiendo con cautela por tu ombligo hacia el tesoro oculto entre tus piernas firmes que entonces temblaban sacudidas por la excitación del momento en que sentiste mi aliento sobre tu sexo.
Saboreé con la punta de mi lengua la humedad bajo tu monte de Venus y, aproximando mi mano al centro de tu cuerpo, ataqué con avidez la tentación que me ofrecías. Gemías, gritabas y con mi cabeza entre tus manos me implorabas no parar. Eras mía, sólo mía, y ya nunca podrás olvidar el momento en que lo fuiste.
1 comentario:
Caliente. se te hace la boca ahua...y mas yo que soy un tio y me imagino la escena XD.
No hay nada mas hermoso que un viaje turistico por el cuerpo de una mujer, y mientras estas viajando, que el camino tiembre con tus manos....
Escucha la espuma de venus...te gustara
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