Asustada y deprimida se miraba al espejo,
con la sensación inoportuna
de no ser ella misma la que veia en el reflejo.
Veia la piel pálida y los ojos hinchados,
la boca en una mueca absurda de dolor y el pelo enredado,
veia su cuerpo tan frágil como siempre lo había negado.
Y cayó sobre si misma en un charco de fluídos,
teñida de sangre y lágrimas
que conformaban su estado.
Se escaló a sí misma para llegar a su rostro y, al tocarlo,
sintió la humedad que relataba el fracaso.
Extendió los dedos para consolar al reflejo
y fue entonces cuando atravesó el espejo.
"Sabía que no eras yo" murmuro entre besos,
"sabía que había alguien, que no era sola, y ahora te tengo".
Comprendió todo aquello que jamás soñó entenderse
al abrazar a su imagen y no sentirse ausente.
Despertó en la cama, tranquila y sosegada,
sientiendo que al fin había encontrado su alma.
Despertó en sus brazos, sin heridas, ni sangre,
tan sólo cambiada por la sonrisa guardada,
su verdad encontrada.
3 comentarios:
Tenemos que encontrarnos nosotros mismos, antes de poder reconocernos ante el resto.
Esa, es mi pequeña cruzada.
Un besazo!!
excitante
Qué bonito... me encanta
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