Pensaba. Era la primera vez en toda su puta vida que no dudaba de lo que sentía, porque lo sentía.
Lió otro cigarro aliñao, apenas quedaba papel, lo justo para pasar una noche más huyendo de la realidad, pensando sólo en lo bueno que le queda a este mundo de mierda, en sus ojos. Joder, la mujer de hielo ha dejado que alguien derrita su coraza, y eso es un hecho memorable. Reflexionaba ante la incandescencia, observando el humo y sintiéndose como tal, éterea, sutil, prescindible, libre. Era humo, como las palabras, a pesar de haber sido siempre agua que se deja fluir hasta chocar con las rocas. Pero no, ya no era río, ni mar, ni ola, ni fuente... era humo.
Se despertó pasado el mediodía, no tocaba madrugar, aunque tampoco importaba. Volvió a mirar la última llamada, murió. En aquel mismo instante murió, sólo lo necesario, murieron las cargas, el miedo a querer, el miedo. Murió todo aquello que hasta entonces la había matado. Y entonces resurgió como el fénix, sin ser lo que fue, siendo lo que era, lo que debía ser, y nada importaba más allá de su reencarnación, excepto sus ojos.
1 comentario:
Bonitos ojos.
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