Aprendí que si no piensas no duele, si te centras en sobrevivir a veces logras sonreír, y con el tiempo te sale solo y ya no te dan agujetas en las mejillas y la mandíbula cada vez que mientes al mundo, y un poquito a ti misma.
Así llega el momento en que una se tiene que cerrar las ventanas de las ideas, limitarse un poco a dejarse vivir para que no duela tanto y dejar de sangrar el alma y así la herida pueda al fin sanar por sí misma.