miércoles, abril 23, 2008

La resaca del día siguiente...

No importa el tiempo que pase, ni la distancia que me separe de aquel lugar, ni siquiera importa que no recuerde cómo llegué ahí ni qué sitio era aquel realmente. Supongo que de entre mis cientos de excesos esa noche fue una de las mejores, a pesar de recordar sólo algunos momentos puntuales. Bueno, y la resaca del día siguiente, pero eso ya es otra historia.

Me basta con recordarnos entre copas, bailando, riendo, conociéndonos, yo ni siquiera pensaba en nada más allá del segundo exacto en que respiraba. Pero noté cómo ardía algo bajo mi piel y fuimos a refrescarnos a los baños de aquella ¿discoteca? sí, supongo que era una discoteca. Sudaba, sonreía y me tambaleaba quizá, y en un momento de inconsciencia suprema (bendita inconsciencia) te pregunté. 

"¡¿Mi prima?! Jaja, ¡que va!" Y bajé la mirada sonrojándome avergonzada y deseando desaparecer. "Pero yo... si quieres..." y tendiste el brazo hacia mí.

No soy capaz de imaginar mi expresión en el instante en que, agarrándome a sus manos pequeñas, fui arrastrada a la perdición. Cerré la puerta acercándome a tus labios, y sé que me quemaré en el infierno tan sólo por recordarlo pero aquel beso, el tacto de tu piel en nuestro abrazo, sentir tu corazón latir en las yemas de mis dedos... Se me seca la garganta al recordar tus pechos pequeños en mis temblorosas manos. Lo único que llegaba a mis oídos era el sonido lejano de la música y nuestra respiración que comenzaba a entrecortarse entre leves gemidos inocentes. Hasta que sonó la puerta, y la voz que me llamaba a la realidad, y nuestro momento terminó súbitamente sin apenas haber comenzado.

La vuelta a la realidad fue como despertar de un sueño maravilloso con alguien gritándote cada una de tus obligaciones, quise darme la vuelta y dormir y soñar de nuevo, pero ya me habían desvelado y nos despedimos con dos besos reprimidos.

Volviste, me provocaste, tan sorprendida como yo pero sin reparos en dedicarme canciones y miradas pícaras, a través de una pantalla de ordenador. El tiempo y la distancia apagaron el fuego, dejando sólo las brasas de aquella noche de exceso, y la resaca del día siguiente...

Y que aún se me erice la piel al recordarme contigo...

sábado, abril 05, 2008

La falta

Un día se tocó la mejilla y advirtió que algo faltaba.
Buscó desesperadamente sin saber dónde, sin saber cómo había ocurrido, ni cuándo, ni por qué. Sólo sabía que ya no estaba en el lugar que siempre había estado y aquello le resultaba infinitamente preocupante.
Siempre había estado ahí, desde hacía tanto tiempo... Y, aunque seguramente el resto del mundo hubiera diferido bastante de su opinión, sentía que aquella pérdida era como la de un dedo del pie. No se trataba de algo absolutamente necesario, pero prefieres no prescindir de ello, quizás la fuerza de la costumbre.
Sentía como su respiración se aceleraba mientras buscaba con el temor de saber que el fin de la búsqueda significa el encuentro o la pérdida permanente. Sus latidos estaban más próximos unos de otros cada segundo que pasaba, hasta tal punto que podría decirse que comenzaban a solaparse. 
Abandonó la búsqueda rindiéndose sobre sus rodillas y, entonces, la encontró. Estaba ahí, siempre lo había estado, delante de sus ojos, literalmente. Y ahora se deslizaba de nuevo por su mejilla, acariciando suavemente su piel hasta fundirse en un beso en sus labios.