Me basta con recordarnos entre copas, bailando, riendo, conociéndonos, yo ni siquiera pensaba en nada más allá del segundo exacto en que respiraba. Pero noté cómo ardía algo bajo mi piel y fuimos a refrescarnos a los baños de aquella ¿discoteca? sí, supongo que era una discoteca. Sudaba, sonreía y me tambaleaba quizá, y en un momento de inconsciencia suprema (bendita inconsciencia) te pregunté.
"¡¿Mi prima?! Jaja, ¡que va!" Y bajé la mirada sonrojándome avergonzada y deseando desaparecer. "Pero yo... si quieres..." y tendiste el brazo hacia mí.
No soy capaz de imaginar mi expresión en el instante en que, agarrándome a sus manos pequeñas, fui arrastrada a la perdición. Cerré la puerta acercándome a tus labios, y sé que me quemaré en el infierno tan sólo por recordarlo pero aquel beso, el tacto de tu piel en nuestro abrazo, sentir tu corazón latir en las yemas de mis dedos... Se me seca la garganta al recordar tus pechos pequeños en mis temblorosas manos. Lo único que llegaba a mis oídos era el sonido lejano de la música y nuestra respiración que comenzaba a entrecortarse entre leves gemidos inocentes. Hasta que sonó la puerta, y la voz que me llamaba a la realidad, y nuestro momento terminó súbitamente sin apenas haber comenzado.
La vuelta a la realidad fue como despertar de un sueño maravilloso con alguien gritándote cada una de tus obligaciones, quise darme la vuelta y dormir y soñar de nuevo, pero ya me habían desvelado y nos despedimos con dos besos reprimidos.
Volviste, me provocaste, tan sorprendida como yo pero sin reparos en dedicarme canciones y miradas pícaras, a través de una pantalla de ordenador. El tiempo y la distancia apagaron el fuego, dejando sólo las brasas de aquella noche de exceso, y la resaca del día siguiente...
Y que aún se me erice la piel al recordarme contigo...