"Mmm..." dijiste (o gemiste) mientras acercaba mi respiración a la tuya. Intentabas acercarte, yo me alejaba y volvía a tí con arrebatos. Me detuve, te detuve, justo cuando empezabamos a quitarnos los estorbos, entonces te miré a los ojos. Me miraste, confundido.
Respirábamos con la intensidad que la lujuria marcaba, tan cerca el uno del otro que apenas nos llegaba el aire.
Dí a mi mano independencia y poder para hacer lo que gustara y fue ella quien decidió meterse bajo tu ropa lentamente, acariciando y sintiendo cada micrómetro de tu físico encantador, subiendo por tu pecho tan despacio como la pasión contenida le permitía, al tiempo que mi otra mano, envidiosa de la primera tomó rumbo hacia tu pelo y tu nuca. "Mmm..." dijiste (o gemiste) y la segunda mano, excitada e impaciente tomo tu cuello con fuerza y lo atrajo a mis labios que, incontenibles, se abrieron para acoger la fina piel de tu cuello y se apartaron para dar paso a mi lengua y a mis dientes.
Gemías, tu respiración se hacía más intensa y yo sentía como te costaba ya retenerte. Aparté mis labios con no poco esfuerzo y comencé a desnudarte mientras tú hacías lo propio. Sin remedio, ambos pechos se unieron y el calor invadió nuestros cuerpos. Tus labios besaron mi cuello y mis hombros mientras me agarrabas por la cintura firmemente.
De nuevo, me separé de tí despacio para seguir apartando estorbos a nuestros cuerpos y, una vez liberados, dejamos hacer a nuestra pasión.
Te tumbé bajo mí, entre mis piernas, y con las manos apoyadas en tu pecho te hice saber que era mi momento.
Inicié el recorrido de tu cuerpo con las yemas de los dedos, acariciando tenuemente el contorno de tus fibras. Continué con las manos para dar paso a mi boca que, hambrienta y sedienta de tí, te besaba, mordía y lamía incansable.
Regresé a tus labios con los mios (los de arriba) y separé las piernas dejándome resbalar poco a poco sobre tí. Tomaste mi cuerpo entre tus brazos atrayéndome y acercaste tu boca hacia mi pecho. Tu lengua lamía mis excitados pezones que de vez en cuando mordisqueabas levemente. Me dejé caer a tu lado y me recorriste entera terminando por separar mis piernas y adentrar tu lengua entre mis labios (los inferiores). Me retorcía y te imploraba seguir hasta el orgasmo que se acercó entre gemidos y se fue con un sonoro grito. Me derrumbé en el lecho un instante mientras volvías a mi lado para besarme.
En poco tiempo recuperé el aliento para dedicarlo a la dureza que me reclamaba entre tus piernas y me entregué a ella mientras acariciaba el interior de tus muslos. Pero me sentía vacía, de modo que ascendí lentamente con las manos en tu espalda y al alcanzar la altura deseada separé las piernas y clavé las uñas en tus hombros mientras tú te clavabas en mí.