Anoche brillaba ya el sol cuando llegué a tus labios, la luna se había cansado de esperarnos. Caímos sobre la cama a merced uno de otro, sin esperar demasiado para apartar de entre nosotros el aire y, segundos más tarde, la tela que impedía a nuestra piel tocarse.
Recuerdo tu cabeza entre mis piernas y sentarme a horcajadas sobre tí mientras me hundías en lo más profundo del placer. Recuerdo tu cuerpo sobre mí y mis uñas en tu espalda acercándote más de lo físicamente posible. Recuerdo tu sabor aún en la garganta. Y dormir. Y despertarnos el uno al otro jugando con el deseo y dormir de nuevo. Y despertar de nuevo tu cuerpo dormido. Y observarte mientras recuperabamos nuestro manto de inocencia para irme por fin tras un beso en la puerta.
Y saber que nos quitamos en una mañana la espina que llevaba tantos años clavada.
1 comentario:
Me ha gustado. Un montón.
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