sábado, marzo 28, 2009

Cierra los ojos

La boca seca, el ardor en la garganta, los labios agrietados y retorcidos en un gesto de profundo dolor. No recuerda la última vez que consiguió mantener secas sus mejillas abrasadas, ni la última oportunidad que dio a su cuerpo para salir de su desolación.

Se tumba sola, como siempre, esperando que un ángel le robe el aliento y el latido. Aguardando la guadaña que acuda a detener el pulso y sesgar la vida. Ansiando el esperado fin de su historia, el último punto que se ha de escribir.

Contiene la respiración, cierra los ojos, vuela. Sabe que en otros mundos no existe, y parte hacia ellos como si fuera a hallar allí lo que no encuentra más cerca. Se sueña lejos, en un lugar donde no existen sus motivos. No puede sonreír, no recuerda cómo hacerlo.

Despierta. Ya no hay mundos lejanos, pero aún puede volar, ya no siente esa presión familiar en el pecho, ya no necesita respirar. Un charco de sangre se extiende bajo su cuerpo, la sangre tranquiliza su alma, ya nada obliga a su corazón a latir.

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