martes, noviembre 16, 2004

Tal vez no merezca la pena morir

He pensado que tal vez no merezca la pena vivir.
Si no fuera por las miradas, si no fuera por las sonrisas, si no fuera porque lloramos, porque reimos, porque me hacen reir, porque hago reir, porque me hacen llorar, porque me hago llorar, y lloro; si no fuera por mis amig@s, si no fuera por las copas de más y las de menos, por las canciones, por los libros, por el arte. Si no fuera por poder cantar con un amigo a la guitarra, si no fuera por leer lo que me escriben, porque lean lo que escribo, o no; por mis dibujos y mis intentos. Porque quiero a mucha gente, y mucha me quiere a mí. Por los abrazos, por los besos, por las bromas, por las palabras de ánimo cuando más las necesitamos.
He pensado que tal vez no merezca la pena vivir, si no fuera porque estoy viva.



Si no fuera porque me quiero...

2 comentarios:

Southmac dijo...

Joder, a veces creo que los 4 que quedamos aún relativamente libres, absolutamente jodidos, sólo somos capaces de movernos por impulsos. Nos movemos por impulsos y disfrutamos de esta red como si fuera un caramelo que recorrer lentamente con la lengua, con los dedos, con los pensamientos tranquilamente enloquecidos.

Hoy he coincidido contigo en algún punto indefinido entre la nada y el hecho real de mandarlo todo a tomar por el culo (en un sentido no erótico, claro)...

El caso es que aquí me tienes, sin saber nada, sin conocerte, a las 4 de la mañana con mi Camel y mi Johnny Walker, en Madrid, escribiéndote como un gilipollas del barroco. Intentando describir la sensación de tranquilidad que siento al leerte, intentando no parecer un jodido psicópata.

Intentándome.

Vivir, morir... Yo diría que la clave está en el grado de exceso que queramos imprimir a cada una de las opciones. Se trata de hacer un balance provisional de lo que merece la pena, nuestra pena, de lo que es superfluo, de lo que puede ocurrir y de lo que no ocurrirá jamás.

Se trata de escribir respuestas inventadas a preguntas imposibles un lunes de madrugada.

Anónimo dijo...

Morir es la insalvable consecuencia de vivir. Vivir es la sala de espera de nuestra cita con la muerte. Y tan natural es querer vivir como querer morir, pues las dos cosas son igual de absurdas.