miércoles, febrero 16, 2005

En la ciudad que tengo dentro

Hoy me quedo en mí, me bajo en la estación de mi Alma y camino por la calle de mis Pensamientos, llegando al parque de mis Sentimientos.
En la estación hay varias caras conocidas, algunas se van en trenes con destinos a los que tal vez yo no llegue nunca, otras partieron hace tiempo con un billete de ida sin vuelta, pero aún quedan muchas esperando y yo espero que nunca se vayan demasiado lejos.
Ya en la calle me pierdo un par de veces por las esquinas, sin saber por donde debo seguir, y al fin llego a una plaza repleta de personas y automóviles. Algunos sólo dan vueltas a la plaza una y otra vez, alejándose y volviendo continuamente, otros pasan fugazmente ante mis ojos. En los carteles de los autobuses puedo leer los destinos: "amistad", "amor", "estudios", "trabajo"... Vienen, se paran, se van, vuelven, una y otra vez.
Más allá de la calle de mis Pensamientos y de la plaza de la Confusión está la puerta del parque, así que cruzo corriendo la calle chocándo con algunas personas, casi atropellada por más de un coche y autobús, pero llego a mi destino.
Al entrar al parque olvido lo anterior, pero temo lo que pueda esconderse tras los árboles y arbustos. De pronto veo un pequeño jardín de rosas, me acerco, lo miro, toco una rosa, acaricio sus pétalos y la huelo, y me inunda su aroma y me hace sentir bien pero al querer cogerla para proseguir mi camino con ella, me pincho, asoma una gota de sangre y me voy triste sin ella.
Encuentro a mis amigos en el parque y olvido el dolor del pinchazo, les abrazo y rio con ellos, ¡es maravilloso tenerlos! Pero se hace tarde y debo irme, me despido de todos y, después de un rato caminando, te veo en un banco, esperando a la esperanza y mirando detrás de los arbustos con el mismo miedo que a mí me ataca.
Recuerdo el pinchazo y miro mi dedo, no sangra, pero la herida no está cerrada y pienso que tal vez puedas curarla, me acerco a tí reclamando la cura pero tú temes fallar y hacer que de nuevo sangre. Me quedo en silencio, pensando, y creo que en realidad no me importa sangrar mientras tenga un amigo que me ayude a olvidar el dolor. ¿Te vienes en mi tren de vuelta al mundo?



Prefiero que sangren mis heridas en compañía

11 comentarios:

MarthePG dijo...

Me disculparás que hoy no tengo demasiada inspiración para comentar. Me ha parecido una idea original, con un gran desarrollo, y sobre todo, una magnífica reflexión.
Al final, es más esperanzador de lo que pintaba en un principio.

Besitos

ORACLE dijo...

como se parecen las ciudades a los desiertos...
los caminos no estan marcados, hay muchas opciones, y los oasis nunca cerca.

Anónimo dijo...

Las heridas siempre duelen menos con alguien cerca

Elisabeta dijo...

Menuda metafora la de tu ciudad,me ha encantado como has descrito tus sentimientos y ese mundo interior...Y si,si hay amigos que nos sostengan las heridas no sangran tanto...Besitos

Anónimo dijo...

Rara, kaótica, inestable, inconformista y GORDA

Anónimo dijo...

Qué majo, menuda superficialidad la del anónimo. Buena metáfora la de la ciudad.

Azdumat dijo...

Galatea, necesito esperanzas tb para seguir soñando ;P

Muy buena comparacion, Oracle!Nunka lo habia pensado asi...

Muxi, yo diría aún más, y esque la soledad duele sin heridas.

Elisabeta, celebro que te guste, y espero q tengas buenos amigos para cuidarte las heridas.

Pandora, qué bueno Sabina! Las letras de sus canciones no tienen precio ;)El anónimo no voy ni a borrarlo ni a comentarlo, si tiene el valor de decir quien es lo mismo hasta le contesto. Por ahora no me vale la pena.

TxaNGoR me alegra que te guste la metáfora, del Anónimo ya le he dixo a Pandora que nada, mejor ignorarle.


NOTA: Por favor, un remedio pa la resaka!!!

Azdumat dijo...

Jajaja muchas gracias Dora!!! Para los "amarillos" no será necesario, no suelo fumar...
Me voy al día a comprarme un pack de Font vella...

Edu Solano Lumbreras dijo...

Me monto un tu tren y recorro el mundo pero no para que te olvides, sino para que aprendas a usar tu dolor como un arma arrojadiza, para que lo utilices de abono para flores, para que sea marco en el que quepan sonrisas.

Pero sólo un rato.

Luego tengo que bailar la danza de los solos.

Luego tengo que cantar yo lo que a mí me duele.

Duendecillo: el dolor, ojalá lo sepas, es la más preciada señal de vida. Y porque el dolor existe, apreciamos el placer y las demás cosas que nos hacen vibrar. Sin el dolor, no podríamos ver nada, pues es sólo en la fractura donde a la vida le nacen los colores.

Pero me monto en tu tren, claro. Y nos echamos unas risas.

... dijo...

Me ha gustado la idea, sobretodo que en ese mundo de pensamientos, sentimientos y un batiburrillo de sensaciones, siempre haya un lugar donde esperen los amigos.

En cuanto al anónimo, creo que es normal que no diga su nombre, dejando un comentario así de simple y ciego, yo tampoco querría dejarlo. Bastante se ha insultado ya él mismo.

Azdumat dijo...

Tú que me miras, ya sé que sin el dolor la felicidad tampoco tendría sentido, pretendo "disfrutar" en cierto modo de mi dolor cuando me acecha, pero es agradable tener a alguien que lo mitigue, verdad?

Amelie, sin mis amigos no sería nada, aunque ultimamente me este distanciando de ellos. Muy cierto lo del anónimo ;)