Todos los que hemos viajado en avión desde Madrid sabemos el suplicio de soportar las esperas en el aeropuerto de Barajas... Él estaba allí con tiempo de sobra, no viajaba en avión desde los cinco años. Pobre, qué iba a saber él...
Hacía el viaje solo, se había visto obligado a salir un par de días después que sus compañeros de viaje por cuestiones económicas, vamos que tenía que ir al tajo el sábado.
Llegar, buscar, facturar, esperar... En todo ese tiempo pudo explorar todos los dutty free, los interminables pasillos con cintas transportadoras que te hacen sentir como el brick de leche que pones en la cinta del Carrefour, los carísimos bares y restaurantes... y pudo ver los aviones en la pista desde los enormes ventanales en los que se reunían las familias buscando su avión. Se sentó frente a aquellos ventanales a escuchar algo de música mientras llegaba la hora de embarcar (¿por qué se dirá embarcar si no son barcos?).
"Viajeros con destino a Roma en el vuelo 318, pueden embarcar por la puerta 7"
Se levantó ya impaciente cogiendo su equipaje de mano y se encaminó a su puerta de embarque con el billete preparado. Por fin pudo entrar en el avión y sentarse en su asiento con la acuciante necesidad de salir de la estresante capital, deseando olvidarse de todo (¿y de todos?). Las azafatas se situaron en los pasillos y comenzaron a dar indicaciones para el uso de los chalecos y las mascarillas de oxígeno señalando las salidas de emergencia. Eso le recordó uno de aquellos chistes de "Mamá, mamá, en el colegio me llaman..." y le hizo sonreir por dentro.
Se encendieron las luces para que todos se pusieran el cinturón y los motores del avión se pusieron en marcha. Poco a poco el avión comenzó a moverse y a tomar velocidad. Parecía que nunca iba a despegar y, de pronto, se elevó en el aire. Era una extraña sensación, como una montaña rusa del parque de atracciones, él ya no la recordaba y se le encogió el estómago unos segundos pero pronto se pasó esa sensación y se asomó a las nubes por la ventanilla.
Comenzó a pensar en su destino, en lo que haría al llegar a Roma con sus amigos, las visitas, los museos... Y pensó en lo que dejaba en Madrid, su familia, su trabajo, la facultad, su música, los amigos... y en ella, que le había dicho que más le valía volver para el concierto. La noche anterior le había dado la entrada y quedaban menos de dos semanas.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando el avión comenzó a agitarse y se encendió la luz que obligaba el uso de los cinturones, el piloto anunciaba que se trataba sólo de unas turbulencias que acabarían pronto. Él se asomó de nuevo por la ventanilla y vio que sobrevolaban el Mediterráneo al tiempo que se abrochaba el cinturón con cierto temor. Las turbulencias continuaban y él tenía la impresión de que el avión perdía altura, pero quiso suponer que se trataba de una medida para evitar las turbulencias.
Entonces las azafatas les indicaron que debían ponerse los chalecos y la pasajera que viajaba en la ventanilla desde la que se veía el ala izquierda comenzó a gritar que había humo. Todos se pusieron los chalecos salvavidas temblorosos, parecía que nadie recordaba las explicaciones de las azafatas. La gente buscaba las salidas de emergencia con la mirada y algunos la mantenían fija en la salida más cercana en una contenida posición de salida a pesar de llevar el cinturón bien ajustado (¿y para qué querían el cinturón? ¿para que no se esparcieran los cadáveres?).
J. vio por la ventanilla cómo se aproximaban lentamente al agua mientras el piloto anunciaba que intentaría realizar un aterrizaje de emergencia, pues ya se aproximaban a tierra. "¿Intentar?, ¿como que intentar?" pensó J. mientras los latidos de su corazón parecían escapar de su pecho. El avión perdía más y más altura y J. no veía tierra por ninguna parte, las mascarillas de oxígeno bajaron del compartimento sobre sus cabezas ayudando a mitigar algún que otro ataque respiratorio.
J. miró de nuevo al mar, estaba demasiado cerca, no llegarían a tierra, se acercaba más y más, cada vez más rápido. Cerró los ojos y sintió una mano en su hombro, una mano de dedos finos que le oprimía levemente. Entonces abrió los ojos y la vio.
(To be continued...)
Hacía el viaje solo, se había visto obligado a salir un par de días después que sus compañeros de viaje por cuestiones económicas, vamos que tenía que ir al tajo el sábado.
Llegar, buscar, facturar, esperar... En todo ese tiempo pudo explorar todos los dutty free, los interminables pasillos con cintas transportadoras que te hacen sentir como el brick de leche que pones en la cinta del Carrefour, los carísimos bares y restaurantes... y pudo ver los aviones en la pista desde los enormes ventanales en los que se reunían las familias buscando su avión. Se sentó frente a aquellos ventanales a escuchar algo de música mientras llegaba la hora de embarcar (¿por qué se dirá embarcar si no son barcos?).
"Viajeros con destino a Roma en el vuelo 318, pueden embarcar por la puerta 7"
Se levantó ya impaciente cogiendo su equipaje de mano y se encaminó a su puerta de embarque con el billete preparado. Por fin pudo entrar en el avión y sentarse en su asiento con la acuciante necesidad de salir de la estresante capital, deseando olvidarse de todo (¿y de todos?). Las azafatas se situaron en los pasillos y comenzaron a dar indicaciones para el uso de los chalecos y las mascarillas de oxígeno señalando las salidas de emergencia. Eso le recordó uno de aquellos chistes de "Mamá, mamá, en el colegio me llaman..." y le hizo sonreir por dentro.
Se encendieron las luces para que todos se pusieran el cinturón y los motores del avión se pusieron en marcha. Poco a poco el avión comenzó a moverse y a tomar velocidad. Parecía que nunca iba a despegar y, de pronto, se elevó en el aire. Era una extraña sensación, como una montaña rusa del parque de atracciones, él ya no la recordaba y se le encogió el estómago unos segundos pero pronto se pasó esa sensación y se asomó a las nubes por la ventanilla.
Comenzó a pensar en su destino, en lo que haría al llegar a Roma con sus amigos, las visitas, los museos... Y pensó en lo que dejaba en Madrid, su familia, su trabajo, la facultad, su música, los amigos... y en ella, que le había dicho que más le valía volver para el concierto. La noche anterior le había dado la entrada y quedaban menos de dos semanas.
Sus pensamientos se interrumpieron cuando el avión comenzó a agitarse y se encendió la luz que obligaba el uso de los cinturones, el piloto anunciaba que se trataba sólo de unas turbulencias que acabarían pronto. Él se asomó de nuevo por la ventanilla y vio que sobrevolaban el Mediterráneo al tiempo que se abrochaba el cinturón con cierto temor. Las turbulencias continuaban y él tenía la impresión de que el avión perdía altura, pero quiso suponer que se trataba de una medida para evitar las turbulencias.
Entonces las azafatas les indicaron que debían ponerse los chalecos y la pasajera que viajaba en la ventanilla desde la que se veía el ala izquierda comenzó a gritar que había humo. Todos se pusieron los chalecos salvavidas temblorosos, parecía que nadie recordaba las explicaciones de las azafatas. La gente buscaba las salidas de emergencia con la mirada y algunos la mantenían fija en la salida más cercana en una contenida posición de salida a pesar de llevar el cinturón bien ajustado (¿y para qué querían el cinturón? ¿para que no se esparcieran los cadáveres?).
J. vio por la ventanilla cómo se aproximaban lentamente al agua mientras el piloto anunciaba que intentaría realizar un aterrizaje de emergencia, pues ya se aproximaban a tierra. "¿Intentar?, ¿como que intentar?" pensó J. mientras los latidos de su corazón parecían escapar de su pecho. El avión perdía más y más altura y J. no veía tierra por ninguna parte, las mascarillas de oxígeno bajaron del compartimento sobre sus cabezas ayudando a mitigar algún que otro ataque respiratorio.
J. miró de nuevo al mar, estaba demasiado cerca, no llegarían a tierra, se acercaba más y más, cada vez más rápido. Cerró los ojos y sintió una mano en su hombro, una mano de dedos finos que le oprimía levemente. Entonces abrió los ojos y la vio.
(To be continued...)
3 comentarios:
Espero, espero, que esto haya salido de tu imaginación, porque eso de tener un aterrizaje de emergencia debe ser horrible. Nervios, impaciencia, y temor. Ufff, espero la continuación.
Ella es... su ángel de la guarda?? :)
El 'to be continued' me ha recordado a los Power Rangers. Ay, qué tiempos...
Tranquila Galatea, es pura imaginación ;) Bueno, parece que te enganché un poquito, pronto vendrá la 2ª parte =)
TxaNGoR, pa una cosa de tu infancia q tienes ahí y menuda mierda... xD
Dora, ni he visto la de Destino Final asín q no se pero desde luego al final le queda un poco por llegar, la 2ª parte está próxima ;)
Ella es... aún no lo tengo decidido, hay varias opciones, supongo que depende de que tal haya tenido el día cuando lo continue xD
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