Cuando M. me dejó sola en la habitación yo permanecí sentada, con la mirada perdida, inconsciente, inmóvil, ausente. Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza violentamente y creo que habría caído en algun tipo de crisis de no ser por la llegada de Cris.
Entró despacio, asomándose con precaución y buscando mi mirada. Yo sacudí la cabeza para dispersar todos esos pensamientos y sonreí al ver sus ojos mientras ella venía corriendo a abrazarme. Permanecimos abrazadas un tiempo innombrable, yo me disculpé y ella me dijo que no pasaba nada, que me había echado de menos...
- ¿Por qué vuelves a vestirte así? Aquí no hace frío y esa chaqueta es horrible- dije al tiempo que se la quitaba acariciando con ella sus hombros menudos. Observé las cicatrices de sus brazos y muñecas. Las heridas se habían curado bien, pero las marcas eran innegables y dolían más que las propias heridas, yo lo sabía bien.
Me incliné despacio y besé sus brazos suavemente. Noté que un escalofrío recorría su cuerpo y levanté la vista. Cris tenía los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás mostrándo su cuello pálido, suave. Tuve que besarlo y sentí como tragaba saliva, y su garganta. Rodeé su cintura con un brazo y la atraje hacia mí mientras que observaba sus mejillas enrojecidas por el debate entre el miedo y el deseo. Oprimí mi pecho contra el suyo y la besé despacio en los labios entreabiertos. Esta noche dormimos juntas, abrazadas, llenas de paz. Solo deseo seguir junto a ella y disipar nuestro dolor en cada abrazo, en cada caricia, en cada beso...
Entró despacio, asomándose con precaución y buscando mi mirada. Yo sacudí la cabeza para dispersar todos esos pensamientos y sonreí al ver sus ojos mientras ella venía corriendo a abrazarme. Permanecimos abrazadas un tiempo innombrable, yo me disculpé y ella me dijo que no pasaba nada, que me había echado de menos...
- ¿Por qué vuelves a vestirte así? Aquí no hace frío y esa chaqueta es horrible- dije al tiempo que se la quitaba acariciando con ella sus hombros menudos. Observé las cicatrices de sus brazos y muñecas. Las heridas se habían curado bien, pero las marcas eran innegables y dolían más que las propias heridas, yo lo sabía bien.
Me incliné despacio y besé sus brazos suavemente. Noté que un escalofrío recorría su cuerpo y levanté la vista. Cris tenía los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás mostrándo su cuello pálido, suave. Tuve que besarlo y sentí como tragaba saliva, y su garganta. Rodeé su cintura con un brazo y la atraje hacia mí mientras que observaba sus mejillas enrojecidas por el debate entre el miedo y el deseo. Oprimí mi pecho contra el suyo y la besé despacio en los labios entreabiertos. Esta noche dormimos juntas, abrazadas, llenas de paz. Solo deseo seguir junto a ella y disipar nuestro dolor en cada abrazo, en cada caricia, en cada beso...